Todo hecho tiene multitud de interpretaciones, y la escasez del tiempo no siempre podemos percibirla como aquello positivo que nos va a potenciar, pero podemos aprender a hacerlo y decidir adoptar esta perspectiva, similar a lo ocurre con la palabra “crisis” en japonés, que significa peligro y oportunidad, dos conceptos aparentemente opuestos, aunados en una misma palabra, consiguiendo una armonía en la cultura oriental que se interpreta de manera distinta en Occidente . La escasez, ya sea de tiempo, dinero, comida o salud, siempre que consigamos mantenerla en un equilibrio en el que se den posibilidades de satisfacer necesidades básicas, permite la reinvención del individuo, y de forma análoga la reinvención colectiva, un ejemplo es la reinvención de las empresas que han quedado durante el desequilibrio financiero que estamos viviendo.
Como todo en esta vida, cuando algo escasea o es inexistente, entonces focalizamos la atención hacia aquello apreciando la belleza que ya estaba aportando antes de que tú lo percibieras. Nos ocurre constantemente: apreciamos la comodidad de unos buenos zapatos cuando éstos dejan de ser cómodos, valoramos nuestro estado de salud cuando enfermamos, somos capaces de visualizar las bondades de las personas cuando éstas ya no están a nuestro lado, o nos preparamos con intensidad un examen a escasos días del mismo.
Por naturaleza, hasta el momento, no somos multitarea, solo podemos prestar atención a una cosa, si bien, aunque cabe la posibilidad de estar desarrollando simultáneamente varias tareas a la vez, todas excepto una, las estamos haciendo en piloto automático, y solo a una le prestamos atención. Lo que tenemos es la capacidad de cambiar con rapidez de una tarea a otra, por ejemplo, comer palomitas mientras vemos una película en el cine, en cada instante, solo somos conscientes de una de las dos cosas, si ponemos nuestra atención en el sabor de las palomitas, dejamos de atender la película y viceversa.
Por otro lado, y también por naturaleza, somos seres confeccionados para ahorrar energía, ya que “malgastar” energía suponía, no hace tanto tiempo, mayor probabilidad de no sobrevivir, dicho de otra manera, usamos la energía solo cuando es estrictamente necesario. Es gracias a este ahorro de energía, por el cual hemos evolucionado a lo que somos hoy en día, lo que traído al momento actual, justifica por qué dejamos las cosas hasta el último momento, cuando el plazo se acaba.
Hasta que aprendamos a manejar al tiempo, contraerlo o dilatarlo a nuestro antojo, somos presas del mismo, nadamos por él a la velocidad de un instante por instante, y este instante es único.
¿Qué pasaría si cada individuo fuese capaz de apreciar la belleza de este instante único?
Dentro de un contexto equilibrado, se abre una nueva perspectiva en la que la escasez del tiempo es real, y tus decisiones sobre qué hacer o qué no hacer cobran sentido, ya que, en la medida en que tienes libertad de elección, eres consciente de que elegirás una cosa y descartarás todas las demás, lo cual te hace madurar, ya que asumes la responsabilidad de tus actos y decisiones sin culpar al entorno, aportándote una visión global de los límites en los que tienes capacidad de influencia, aceptando también que no puedes cambiarlo todo, pero sí puedes decidir qué postura adoptar frente a esa realidad. Si bien, no siempre la libertad de elección se va a percibir como algo positivo, esto dependerá entre otros factores del grado de madurez individual, además de la existencia de una paradoja en la libertad de elección que puedes leer en mi otro artículo.
Una vez sabes que el tiempo se acaba, de manera real te potencias a ti mismo, llevando a cabo los proyectos factibles que desees, entrando y saliendo a voluntad en una dinámica que potencia tu energía. Tomando la vida como un juego.
Este artículo lo escribí en la plataforma Medium antes de que naciera el lugar La Guía de la Vida. Puedes verlo también aquí.